Convento de Santa Rosa de Ocopa

Se ubica en el distrito de Santa Rosa de Ocopa

El Convento de Santa Rosa de Ocopa se encuentra a 7 km. de la ciudad de Concepción en dirección nor este, rodeado de una frondosa arboleda de alisos, quishusares, alcanfores y límpidos manantiales.

Luego de sus incursiones por la Selva Central, los sacerdotes franciscanos se convencieron de la necesidad de contar con un convento, un centro de operaciones donde preparar al personal que trabajaría en las conversiones de los indios de la región y también que pudieran auxiliar a las misiones ante cualquier eventualidad. De esta manera, convinieron en solicitar el anexo de Santa Rosa de Ocopa, en el valle de Jauja, para tal objetivo.

De esta manera, bajo el impulso de fray Francisco Jímenez de San José, el 19 de abril de 1725 se autorizó la apertura de un hospicio de conversiones en Ocopa para que, según el padre Amich, "en el se pudiesen curar los enfermos que salían de la montaña, y prevenirse los que hubiesen de entrar en ella". Al año siguiente fue ampliado el hospicio, y en 1732 se solicitó al rey de España el permiso para establecer en el hospicio un seminario de misioneros.

Luego de constituída la institución, se preparó las celdas para los misioneros y oficinas para el convento; se obtuvo la colaboración de un grupo de frailes que fueron a establecerse en ese lugar en 1734, y para cuando el fray Francisco Jiménez fallece en 1736 ya era notoria la difusión de su obra que, después desu muerte, siguió en expansión. Pero algún tiempo después, la rebelión de Juan Santos Atahualpa, mestizo cuzqueño Apu Inka Huayna Capac quien entre 1742-1752 ó 1756 en alianza con ashaninkas y shipibos cansados de los misoneros y de la explotación de los españoles, desbarataron la obra misional, pues su levantamiento afectó las regiones de Chanchamayo, Perené, Gran Pajonal, Pachitea, Palcazu y Alto Ucayali.

Concluida la rebelión de Juan Santos Atahualpa, quién murió misteriosamente sin sufrir ninguna derrota, el rol que jugaría el Conveto de Ocopa  en las campañas misioneras de la Selva Central sería de gran importancia.  Los franciscanos organizaron y planificaron, desde allí, sus entradas a la Amazonía, así como también se determinarían los lugares de las nuevas conversiones. Además, desde Ocopa se apoyaron las expediciones y exploraciones de nuevas rutas de penetración al Oriente. No cabe duda que con la apertura de Ocopa así como del Colegio de Misioneros se reforzó la política misional de los seguidores de San Francisco de Asís. Y no solo hay que destacar la obra del padre Francisco Jiménez de San José sino también la de otros nombres ilustres de la orden franciscana como José Amich, Pedro Gonzáles de Agüeros, Alonso Abad y Manuel Sobreviela. 

El padre Amich, quien había sido piloto de la Real Academia Española, trazó los primeros mapas de las misiones franciscanas y el primer relato histórico del convento de Ocopa. Por su lado, el padre Abad dio su nombre al boquerón que descubriera en 1757. El padre Sobreviela, notable científico, intuyó que el progreso de las misiones iba ligado al de la industria, el comercio, los caminos y la agricultura; llegó a tener 85 misioneros bajo su mano quienes, a su vez, cuidaban de 31 mil nativos agrupados en 103 pueblos. Otros nombres destacado de esta época heroica misional fueron los padres Alonso Carvallo, Buenaventura Márquez, Narciso Girbal y Francisco Álvarez Villanueva.

Como escribió con razón el padre Heras, “Ocopa era el punto de partida de todos los caminos que recorrían las misiones de la selva peruana y meta donde terminaban todas las jornadas que imponían obligado descanso. De él han salido durante 250 años cumplidos, esforzados soldados de la fe a luchar el buen combate”.

Pero el proceso de ocupación misionera de la selva central estuvo acompañado por el establecimiento de grandes y medianas propiedades agrícolas, con numerosos campesinos andinos de mano de obra. El mayor número de haciendas se concentró en los valles de Vitoc y Chanchamayo, casi todas ellas de propietarios tarmeños, y su producción se centraba en aguardiente de caña, coca y textiles para abastecer al mercado minero de Cerro de Pasco.

Los franciscanos también entraron al circuito comercial. En sus misiones producían caña para la elaboración de azúcar, melazas y aguardiente. Fueron famosos, por ejemplo, los extensos cañaverales que administraban en la misión de Quimiri, donde se menciona la existencia de un trapiche de bronce; también se menciona la existencia de otro trapiche en la misión de Eneno, próxima al Cerro de la Sal. A la producción de coca y caña se añadían los cultivos de panllevar, donde los indios estaban obligados a trabajar tres días por semana. Todo parece indicar que las mayores rentas que recibían los franciscanos provenían de la producción de aguardiente.

Sin estos ingresos, por último, es difícil entender cómo los franciscanos pudieron financiar sus expediciones de evangelización, el mantenimiento de las misiones, la construcción y ornamentación de sus conventos e iglesias y la compra de artículos para distribuir entre los indígenas.

Y fueron estas misiones las que exploraron el Huallaga, el Marañón y el Ucayali, ganándolas definitivamente para el territorio peruano. Prácticamente la mayoría de las misiones que se adentraron en la selva peruana partieron de Ocopa.

Su importancia fue reconocida por el comisario de límites Francisco Requena, cuando propuso al rey que se extendiese la autoridad de aquel colegio a todas las misiones de Maynas (gobernación que aconsejó que se reincorporara al virreinato del Perú, lo que ocurrió en 1802).

Ya en época de la emancipación, los misioneros franciscanos del convento vivieron gran zozobra. En 1824, sufriendo persecución, acudieron a refugiarse a la fortaleza del Callao, pero el brigadier español José Ramón Rodilque a la sazón resistía en la fortaleza chalaca, los rechazó a balazos. De otro lado, el Libertador Simón Bolivar encontró “enteramente desatendidas las misiones”, dispuso que sus instalaciones se usaran como hospital militar y debido a que allí solo se empleaban misioneros venidos de España, dispuso que el colegio fuera clausurado, y que se fundara en su lugar un colegio para los hijos de los patriotas de la provincia de Jauja (1º de noviembre de 1824).

El colegio permaneció cerrado durante 12 años, hasta que en marzo de 1836 el presidente Luis José de Orbegoso autorizó sus reapertura y el retorno de los frailes, para que continuaran con su misión de evangelizar y civilizar a las etnias de la Amazonia.

El 22 de febrero de 1838 ocuparon el antiguo local los misioneros italianos y españoles que desde Europa enviara fray Andrés Herrero, comisario general de la orden franciscana para la América Meridional. Un decreto promulgado por el presidente Ramón Castilla en 1849 reconoció la existencia de la institución.

En 1970 se acondicionó un salón para que sirviera de pinacoteca, especialmente por instigación del padre Lorenzo Pelossi, franciscano y pintor italiano superior que vivió en Ocopa la mayor parte de su vida hasta el año 2003 en que falleció.

En 1990 el templo se quemó, perdiendo así mucho material que se había recolectado a lo largo de los años, aunque fue restaurado en su mayor parte.

Claustros

  • El Claustro de la Obrería, es el convento antiguo, el que fuera construido bajo auspicio del padre Francisco Jiménez de San José, y que luce tal como en su tiempo, con sus viejas y robustas pilastras, gracias a la restauración hecha por la arquitecta concepcionina Vivian Orozco. El patio central se conserva también intacto, empedrado y sobrio, sin ningún jardín ni fuente ni adorno; solo luce en el centro una estatua del fundador, obra del maestro Catalino Martínez (1970).
  • El Claustro de la Portería, correspondiente al nuevo convento, fue terminado de construir hacia fines del siglo XVIII, en la época del P. Pedro Gonzáles de Agüeros. Consta de tres pisos con un jardín central en donde se levanta una pila de tres cuerpos. En su interior se conservan hermosas pinturas alusivas a las labores misioneras de los padres franciscanos, así como escenas talladas en piedra de Huamanga que representan la pasión de Cristo.

  • El Claustro del Olivo, llamado así porque en su patio guarda el retoño de un olivo de más de 270 años de antigüedad, el cual fue plantado por el padre fundador. En los corredores de este claustro se exhibe una extensa colección de 29 valiosos cuadros de la escuela cuzqueña sobre la vida de San Francisco de Asís, que fueron mandados a pintar para Ocopa durante la Guardianía del P. Manuel Becerril, entre 1761 y 1763. Este claustro fue comenzado a construir en 1915, siendo Superior el P. Policarpo Bengoechea y decorado en 1921 por el maestro Catalino Martínez, quién ejecutó la pila central.

  • El Claustro del Padre Pío Sarobe, el más moderno, inaugurado en 1959 y construido detrás de la nave mayor de la iglesia. En este lugar descansa los restos del padre Pío Sarobe (1855 - 1910), morador y guardián de Ocopa el cual está en proceso de beatificació. Fue en vida un virtuoso religioso quién murió con fama de santo en la ciudad de Huancayo. En este claustro se encuentra también el museo de arte religioso.

 La iglesia

Junto al convento se halla la iglesia de estilo renacentista (también declarado monumento histórico) en la cual se encuentran algunos retablos de estilo barroco. Posee también unas catacumbas que se encuentran abajo del púlpito principal en donde se conservan los restos de los franciscanos misioneros, como los del famoso padre Abad. En el frontis se encuentra una estatua de la Virgen María hecha de mármol blanco.

El Cerro Jerusalén

Otro atractivo turístico es el Cerro Jerusalén, ubicado al norte de la entrada principal del convento, en cuya cima tiene un bosque de eucaliptos en forma de gigantesca cruz, que fue sembrado entre 1950 y 1954 por los estudiantes de teología.

La biblioteca, la pinacoteca y el museo

Se sabe que la biblioteca del convento, de incalculable valor, contiene más de 25.000 volúmenes. Uno de los libros más antiguo, "La Summa Angélica" de fray Ángel Clavasio, es del año de 1490, además de otros libros incunables, que no son accesibles al público, por temor a que se puedan dañar. Asimismo posee un ejemplar del 2º libro impreso en el Perú titulado "Tercer Catecismo", mapas históricos de siglos XVI y XVII, entre otros. Los libros que alberga esta biblioteca son de diversos temas (religión, geografía, ciencias naturales, crónicas de la época colonial, etc.) y pueden ser consultados previa autorización.

La pinacoteca cuenta con una colección de pinturas de diversos autores y escuelas, como los de la escuela cuzqueña, la escuela flamenca, quiteña y ayacuchana. Cabe mencionar que el Convento de Ocopa ha sufrido robos de libros y cuadros valiosos, como el de una colección que representa la Pasión de Cristo pintada en láminas de cobre.

El convento cuenta con un museo que consta de tres secciones: Sección de Historia Misional  (mapas, cuadros y acciones franciscanas en la selva), Sección Etnográfica (vestimenta de las étnias amazónicas) y Sección Zoológica (donde se expone insectos y espcies disecadas de la fauna de la selva).

Recientemente, el 28 de febrero de 1993 se inauguró el Salón Mural de los Misioneros Franciscanos, obra del artista wanka Josué Sánchez, en donde se ha plasmado, en una policromía desbordante, la labor misionera y evangelizadora de los padres franciscanos a través del tiempo que se hallan en el Perú. el convento se encuentra administrado por los padres franciscanos.

 El Convento de Santa Rosa de Ocopa fue Declarado Monumento Histórico mediante Ley Nº 12340 el 10 de junio de 1955.