Santuario de Wariwillca
Se ubica en el distrito de Huancán
Wariwillca significa antiguo santuario o adoratorio, proviene de dos voces quechuas: Wari = antiguo, remoto y willka = santuario, adoratorio.
Wariwillca es un yacimiento arqueológico, cuya construcción principal es un santuario o adoratorio, surgió en el período del Horizonte Medio, bajo influjo de los huari, quienes la erigieron como uno de sus centros administrativos provinciales, hacia el siglo VIII. Fue también uno de los centros principales de los Huancas, etnia que conformó uno de los tantos estados regionales que surgieron tras el colapso del imperio huari y que se desarrolló durante el Intermedio Tardío. El santuario, según tradiciones recogidas por los españoles, era sede de la pacarina o fuente de donde surgió la primera pareja que dio origen a la nación Wanka.
Fue una construcción huari levantada entre los años 800 d. C. y 1200 d. C. Según una leyenda, del manantial sagrado que brotaba de este adoratorio surgió la primera pareja huanca:
- El primer hombre huanca: Inapucarancápia.
- La primera mujer huanca: Uruchumbe.
Los Huancas formaron una nación muy numerosa y aguerrida. En el santuario se adoraba al dios Huamani, bajo forma de un ídolo de piedra negra enterrado a medio cuerpo, al que los feligreses daban ofrendas y hacían consultas (oráculos). Cuando los incas conquistaron la región, mandaron construir un gran templo al Sol, aunque permitieron que continuara funcionando el santuario de Huarihuilca al que reconstruyeron con una arquitectura mixta (inca-huanca).
Cuando los españoles arribaron al valle en 1534, el ídolo fue destruido por el sacerdote español Vicente de Velarde y ordena el saqueo del santuario, pues según la interpretación cristiano-católica era un centro de adoración al demonio, un dios de las profundidades. Este proceso de destrucción continuaría hacia 1537, el santuario fue arrasado por Manco Inka en represalia por la actitud colaboracionista que tuvieron los wankas con los españoles.
Los extirpadores de idolatrías del siglo XVI lo clausuraron definitivamente aunque los lugareños continuaron furtivamente realizando sus rituales religiosos de origen prehispánico. El lugar fue abandonado y quedó cubierto de herbazales y maleza, y así lo encontró el historiador español Pedro Cieza de León cuando pasó por el lugar hacia 1545.
Pedro Cieza de León fue el primero en dscribir el santuario y recoger la información de los lugareños que consideraban a Wariwillca como la pacarina o lugar de origen del pueblo wanka, la etnia dominante de la zona.
"Estos indios cuentan una cosa muy donosa, y es que afirman que su origen y nacimiento procede de cierto varón (de cuyo nombre no me acuerdo) y de una mujer que se llamaba Urochombe, que salieron de una fuente, a quien llaman Guaribilca, los cuales se dieron tan buena maña de engendrar, que los guancas proceden de ellos; y que para memoria de esto que cuentan hicieron sus pasados una muralla alta y muy grande, y junto a ella un templo, a donde, como cosa principal, venían a adorar."
Cieza hace también referencia al templo y unos molles o árboles sagrados:
"Antiguamente, cabe la fuente ya dicha, edificaron un templo, a quien llamaban Guaribilca; yo lo ví; y junto a él estaba tres o cuatro árboles llamados molles, como grandes nogales. A éstos tenían por sagrados, y junto a ellos estaba un asiento hecho para los señores que venían a sacrificar; de donde se bajaba por unas losas hasta llegar a un cercado, donde estaba la traza del templo. Había en la puerta puestos porteros que guardaban la entrada, y bajaba una escalera de piedra hasta la fuente ya dicha, adonde está una gran muralla antigua, hecha triángulo; de estos aposentos estaba un llano, donde dicen que solía estar el demonio, a quien adoraban; el cual hablaba con algunos de ellos en aquel lugar."
En el siglo XVI, el extirpador de idolatrías Cristóbal de Albornoz escribió la famosa “Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus camayos y haziendas”, manual redactado para ayudar a los clérigos católicos a identificar, confiscar y destruir los objetos y lugares más sagrados de las poblaciones andinas y, de este modo, desterrar su religión. Precisamente en este trabajo Albornoz menciona a “Guaribilca” como “guaca muy prencipal de los dichos (indios) ananguancas, es una piedra como indio. Está en un llano junto al tambo Guancayo, cerca, en un corral”, referencia que complementa aquéllas otras que también nos han brindado Pedro Cieza de León, Juan Santa Cruz Pachacuti y Titu Cusi Yupanqui, las cuales, en su conjunto, no hacen sino denotar la singular importancia del santuario de Huarivilca como un gran templo-oráculo, cuyo prestigio se extendía mucho más allá de los confines de nuestra región y que los mismos incas tomaron muy bien en cuenta luego que conquistar el valle del Mantaro.
Gracias a la información proporcionada por estas fuentes etnohistóricas un equipo liderado por Federico Gálvez Durand pudo identificar este viejo templo en 1931 y reconstruido por el Dr. Ramiro Matos en 1954.
La estructura arquitectónica principal del santuario o adoratorio consiste en una construcción, de piedra y argamasa de barro, en forma rectangular de 46 m. de ancho por 48. de largo y 5 m. de alto, cercado con dos gruesos muros paralelos de 1.80 de espesor cada uno y estrechos pasadizos entre ellos, los mismos que servían como celdas para encerrar a las víctimas, tanto personas y animales, así como para guardar las ofrendas que servían para el sacrifio en honor al dios Wanka.
En el interior de la construcción, hacia el extremo noreste, se ecuentran dos imponentes árboles de molle (Schinus mille), bastante grandes para su especie (mencionados por Cieza de León en 1545), en cuyas raíces, según la leyenda, se vertía la sangre de los sacrificados. Así mismo en el lugar se encuentran los vestigios de una poza o fuente de purificación.
En el exterior, hacia el extremo suroeste, aflorando desde el subsuelo del santuario se encuentra el manantial desde donde, según la leyenda, salió la primera pareja Wanka. Este manantial está rodeado por una pequeña construcción, de forma circular, en la que se realizaba el Pagapu (pago a la tierra) que, como indica el cronista quechua Guamán Poma de Ayala, consistía en ofrendar al dios local, una vez al año: plata, quichicalla, piedra imán, cinco niños, pacos (alpacas), ají y lana de colores.
Cuenta la leyenda, que si los miembros de una pareja beben juntos del agua que brota el manantial y uno de ellos es infiel, entonces el infiel muere. Asimismo, para evitar el mal aire (padecimiento reconocido en la medicina tradicional de los grupos indígenas; se adquiere cuando las personas pasan por lugares pesados donde hay maldad, el aire con esas carateríaticas maliganes entra al cuerpo de quien transita por allí y lo enferma) los lugareños recomiendan coger un poco de agua, en dirección de la corriente, y hechárselo en la nuca.
En la actualidad subsiste la tradición del pagapu. El Pagapu Wanka, pago en agradecimiento por los favores recibidos de parte de las divinidades Wankas: Wallallo Carhuincho, Mama Pacha, Apu Waytapallana y Pacarina de Wariwillca; ceremonia religiosa que se realiza cada año el 29 de junio a las 13 horas. La ceremonia consiste en el pago al manantial, pago a la tierra y el sacrificio del perro wanka (perro calato o perro chimu) en cuyas entrañas, el sacerdote andino o laya, lee la buenaventura del pueblo Wanka, luego de los cual, los jefes de los ayllus proceden a comer la carne del perro sacrificado a la usanza antigua, por lo que también son llamados allccumicuj (come perro). Esta antigua tradición ha sido rescatada gracias al tenaz esfuerzo del profesos Luis Cárdenas Raschio, quien ha conseguido el reconocimiento legal de esta costumbre mediante Ley Nº 27425 del 16 de febrero del 2001.